«Estas líneas las esbozo horas después de salir del concierto de Chico Buarque y sé que me falta una palabra, una palabra que describa o les dé un título a estas líneas. Me falta una palabra que aún no he podido encontrar en mi propia lengua ni en las otras que he aprendido. Al final, no tengo la seguridad de que exista y la única certeza que poseo es que esta, de existir, tendría que ser adjetivo. Esa palabra serviría para describir una especie de conquista anticipada: la que de tan alejada que está de nuestro horizonte no es posible concebirla, tan lejana que ni se ha atrevido a fantasear con ella».
Agosto 2, 2018. Curitiba, Brasil.
He decidido que mi vida tenga banda sonora, sin el afán de hacer de ella un filme. Simple y sencillamente porque amo la música y porque en notas, melodías y versos he visto reflejada mucha de mi esencia y la de las almas que me han acompañado en el camino.
Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Jorge Drexler, Pedro Guerra, Caetano Veloso y Gilberto Gil han sido los encargados de musicalizar, en su mayoría, los últimos seis años de mi andar. Con todos ellos he tenido el sueño de escucharlos en vivo. Y lo he conseguido. Sin embargo, hay un nombre en esa lista que es crucial y, sin embargo, jamás soñé con poder asistir a uno de sus conciertos: Chico Buarque.
Las razones son meramente objetivas: Chico Buarque tenía más de un lustro sin componer música, alejado de los escenarios y enfocado en la creación literaria. Además, es un artista que lamentablemente nunca ha pisado suelo mexicano con su música y si a eso le sumamos sus más de setenta años, el escenario se vuelve más comprensible.
Pero pasó, de pronto, en agosto del 2017 Chico sorprende y lanza nueve composiciones en un disco llamado Caravanas. El Chico cantor regresa a la música y a los escenarios, con conciertos para el 2018 en Brasil, país en el que ahora vivo. Con eso, lo que impedía albergar el sueño de asistir a uno de sus conciertos se derrumbó.
Escribir sobre las razones de por qué Chico Buarque y su música se han convertido en una de mis pasiones, es asunto extenso y oportunidad para otros posts. Sin embargo, muchas de sus letras presentan una particularidad única y que los cantautores listados en el primer párrafo no poseen: su capacidad de descifrar el alma femenina, de hablar de la mujer en primera persona, como protagonista y no como narrador omnisciente.
Aún me sigo preguntando cómo es que lo logra, cómo es que su género no entorpece esa capacidad para desvelar sentimientos que parecieran sólo se le están permitidos a la mujer. Basta con escuchar canciones como Olhos nos olhos, Terezinha, O meu amor, A História de Lily Braun, Palavra de mulher para encontrar en ellas historias de entrega total ante un amor que no indaga ni juzga el pasado, la esperanza ante el tiempo y los amores venideros como forma de venganza para quien traicionó el amor que ofrecimos, la pasión y el deseo que desencadena la persona amada… la confusión, los dolores, la fuerza de la mujer.
Él mismo lo dijo en una entrevista: “Cuando estoy creando una canción, Chico es homosexual, él es obrero, él es mujer, él es un marginal en todos los sentidos”. Un hombre que nació con alma de artista: sin género, sin edad. Y es esa condición de artista, de hombre sentimental, que lo hace un ser empático y que desafía al argumento que dice “no se puede escribir de lo que no se ha vivido”. Pues Chico, una persona que nació y creció rodeado de intelectuales, que ha disfrutado de los privilegios de un apellido, de una posición reconocida en la sociedad, ¿cómo es que relata tan fehacientemente la vida del obrero, del oprimido, del que vive en la favela?, ¿cómo es que le canta al pueblo sin ser pueblo? Allí otra de las cualidades de Chico.
Como lo escribí al inicio de este post: me falta una palabra para describir el pasado 2 de agosto. Canté, lloré y sentí que la piel se me erizaba cada vez que Chico comenzaba a cantar, a arpegiar su guitarra. Lloré aún más cuando Chico volvió al escenario, después de una falsa despedida, a cantar Futuros amantes y recrear la imagen que plantea de un Río de Janeiro sumergido donde los buzos habrán de encontrar vestigios de amor. Y me sorprendió cuando me di cuenta de la narrativa que creó al cantar Yolanda como preludio a Casualmente y así ponerme a pensar: ¿será que la Yolanda de Pablo Milanés es esa habanera de la que habla en Casualmente, la mujer singular a la que está seguro no volverá a ver nunca más?
A falta de palabra, de adjetivo, no me queda más que acercarlos a Chico Buarque. Que el idioma no sea un impedimento para encontrar en él razones para vivir y no dejar de sentir lo que se es. Para eso, dejo algunas historias en Instagram y estas 20 canciones, mis favoritas (difícil tarea).
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