Análisis: Nos queda mucho dolor por recorrer (Ed Maverick ft. Daniel Quien)

Análisis: Nos queda mucho dolor por recorrer (Ed Maverick ft. Daniel Quien)

Cuando una canción me ha tocado, me invade una curiosidad que va más allá del simple disfrute estético y emocional. Comienzo a preguntarme cosas como “¿dónde habrá sido escrita?, ¿para quién?, ¿qué elementos desataron el choque convulsivo de la inspiración?” Por eso, aprecio en demasía a los cantautores que durante sus presentaciones cuentan cómo nacieron sus melodías, sus letras. Cantautores como Jorge Drexler o como Adriana Calcanhotto que en tiempos de pandemia ha lanzado en YouTube una serie de videos para contar las historias detrás de sus canciones.

Sin embargo, nunca había estado tan cerca de desvelar el origen de las canciones como con Daniel. Y por eso, y otras tantas cosas, hay mucho de extraordinario al disfrutar el arte de un amigo.

Cuando escuché Nos queda mucho dolor por recorrer atiborré a Daniel de elogios y preguntas. Puedo contarles que, así como muchas (muchísimas) de sus canciones esta también está escrita para Abbi, su musa. Que los aguaceros que bañaban el paisaje de Tapalpa fueron catalizadores de la inspiración. Que en ese momento no tenía su guitarra y que después de una semana, al llegar a su casa, puso las ideas en orden.

Sin embargo, desde el momento que una canción nos ha movido emocionalmente, todos esos detalles poco importan, pues la canción deja de ser sólo de su autor y pasa a pertenecerle a sus escuchas. Hacemos nuestra una canción al interpretarla con nuestra propia alma, al darle nuevos significados, producto de experiencias particulares, de un bagaje sentimental, social y cultural que puede ser completamente distinto al de su autor.

A Nos queda mucho dolor por recorrer la hice mía desde el momento que la escuché por primera vez. Incluso, cuando Daniel me advertía que no estaba terminada, yo ya le auguraba que, así como a mí esa canción tocaría fibras sensibles de un puñado de personas.

Por lo tanto, esto, más allá de un análisis, es una reflexión, un testimonio de cómo la canción que vengo tarareando desde hace varias semanas, hurgó en mi corazón. Esto es mi lectura personal de una canción que conectó con el dolor de la pérdida, el amor por la música, los elementos de la música regional mexicana que se manifiestan en Nos queda mucho dolor por recorrer y el amor como respuesta.

El dolor

Febrero del 2011.

Sinaloa pasaba por una de sus heladas más duras en los últimos tiempos. Además de escucharlo por la radio, podía verlo durante el trayecto matutino a la preparatoria. Kilómetros de maizales quemados por el frio. Los miraba desde la ventana del carro, llorando en silencio: no quería que mi primo desprendiera la vista de la carretera y posara su mirada compasiva sobre mí.

Hacía frio afuera y, sobre todo, dentro de mí.

Al bajar del auto y darle las gracias a mi primo, entraba a la prepa. No necesitaba dar explicaciones, todos sabían que mis ojos rojos e hinchados eran por el llanto. Mi padre había muerto.

Y me cae un aguacero que me inunda los barcos

Y me deja temblando, pero por ti espero.

Ese aguacero había caído sobre mí y si hay una respuesta física al dolor de la ausencia de un ser amado, es el temblor del cuerpo. Temblé por mucho tiempo y lo sigo haciendo de vez en cuando.

Con eso dicho, no es una sorpresa decirles que, al cantar esta canción, esté conscientemente rememorando a mi padre, de quien espero su visita en ese espacio extendido de la realidad que para mí son los sueños.

Soy un niño disfrazado con capas de corteza madura

Buscando el camino que no me aleje de tu lado.

Inmediatamente a la muerte de mi padre, y a los 15 años, maduré de golpe. La persona que estaba trazando mi futuro, desapareció: la responsabilidad del rumbo de mi vida recaía totalmente en mis decisiones. Pero, hay días que la corteza madura se desvanece, y solo queda la Violeta de 15 años que quisiera llamar por teléfono a su papá, que le diría que mande al carajo las dificultades laborales y que puede regresar a casa.

El amor por la música norteña y la banda

Hay quienes se quedan escépticos cuando escuchan por respuesta que me vine a vivir a Brasil porque me enamoré de la bossa, el samba, de la música popular brasileña.

Pero sé que mi padre no dudaría, ni cuestionaría la decisión de venirme a vivir a Brasil, producto de un deslumbramiento musical. Sé que para él eso bastaría. Él que tenía una gran predilección por la música, quien murió con dos anhelos musicales: aprender a tocar el acordeón y grabar un disco con banda.

Hay escenas que están bien clavadas en mi memoria, escenas que rememoro constantemente por miedo a que un Alzheimer prematuro me invada y no sea capaz de recordarlas.

Muchas de ellas, tienen que ver con las reacciones de mi padre al escuchar sus canciones favoritas: Mi padre llegando a casa, cantando Hermoso cariño. Mi padre con lágrimas en los ojos, subiéndole el volumen a El corrido de Monterrey mientras manejaba por las avenidas de «La sultana del norte» y me apuntaba los lugares en los que pasó su juventud. Mi padre pasando los dedos por su carpeta porta discos, indeciso si poner el disco de los Cadetes de Linares o el que acababa de comprar de Julio Preciado. No sé qué me gusta más si la banda o el norteño. Mi padre pensando en voz alta.

Fue él, de quien aprendí a apreciar las historias que se cuentan a través de la música. Sin desestimar géneros, oyendo y disfrutando de todo un poco.

Años después, tendría por amigo a un amante de la música regional: Benjamín. Y poco a poco nuestras fiestas improvisadas, por más rockeras que sonaran al inicio, siempre terminaban con un amplio repertorio de boleros, baladas, rancheras, corridos. Y ni que decir de aquella petición a la cantante del grupo, que se convirtió en una tradición en esas reuniones: Sahory, cántanos Nadie del Remy Valenzuela.

Cuando escuché Nos queda mucho dolor por recorrer, aún inacabada, pude distinguir en su letra, elementos de la música popular mexicana. Me dejó en un estado de alegría y mucha nostalgia de casa, de los amigos.

Los elementos de la música regional mexicana

Sostengo mi anhelo de que algún grupo norteño o de banda sinaloense le hagan una versión a esta canción. Y después de un duo Banda MS y Snoop Dog, mi deseo no se ve tan extremo.

Aunque los tiempos y los arreglos de la música lo hacen aún más evidente, la letra contiene elementos de la música regional mexicana: uso del dicho popular e intertextualidades.

Sin embargo, estos elementos no están intactos. Por ejemplo, el dicho popular “Dios aprieta, pero no ahorca” se extiende, se repiensa:

La vida me aprieta, no ahorca, me mata despacio

Recuerdo constante de lo que nos sigue esperando. 

Las ideas del imaginario mexicano que José Alfredo Jiménez plasmó, le hacen un guiño a la intertextualidad: dónde el camino es eso que queda por recorrer y las piedras el dolor, donde rodar y rodar se resume a un destino pa’ raros, el de los incomprendidos.

Y lo más evidente es la frase que refuerza esa idea, al traer como referencia a uno de los mayores referentes de la nueva era de la música sinaloense, Ariel Camacho:

 Yo sólo quería ser uno ‘e  los plebes del rancho

Llevar serenata en la troca, con Ariel Camacho.

Frase que surge de una conversación casual, en la que Daniel tropicaliza la frase del primer párrafo la canción Star Treatment de los Arctic Monkeys:

I just wanted to be one of The Strokes.

Dos contextos culturales y geográficos distintos y distantes, pero que pueden ser interpretados como aspiraciones y anhelos que termina cumpliéndose, pero no siempre tal cual se soñaron.

Y quien mejor que con Ed Maverik para cantar esta canción. Pues si algo hace con maestría y naturalidad es cantarle a las preocupaciones de las nuevas generaciones y hacer uso del lenguaje coloquial, directo y sin rodeos. Letras que expresan emociones, como diamante en bruto, que conectan.

Las voces del dúo se complementan: La voz grave y poderosa de Ed Maverik, con la voz serena del Daniel Quien. Nivelando las emociones que emana la canción: Una voz que nos advierte la dificultad de vivir, y otra que nos recuerda que el final de cuentas es el amor lo que hace al camino más llevadero.

Nos queda mucho dolor por recorrer tiene aroma a nostalgia de casa, a tierra mojada. Nos queda mucho dolor por recorrer también es una oda al amor, ese remanso de paz que nos salva del ring de boxeo que puede ser la vida. El amor, esa voz que nos hace levantarnos ante los golpes, ese “no me rajo”.

Sí, Nos queda mucho dolor por recorrer pero también muchas caras de la felicidad por conocer.

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