«Pueblito Boyacense es una forma de vivir con la aplicación de una filosofía cultural. Pueblito Boyacense es el refugio del arte, su magia de contagia a propios y visitantes».
No recuerdo con exactitud las veces que mi amigo Benjamín ha fantaseado con una especie de conjunto habitacional. No uno cualquiera, sino uno en el que puedan vivir todos sus amigos y en donde cada hogar represente una parte muy significativa de su personalidad: la casa de Benjamín funcionaría como el bar mientras que mi casa sería la biblioteca, por ejemplo. Además, las casas estarían localizadas simulando la forma del sistema solar.
No, no recuerdo con exactitud las veces que lo he oído fantasear con esa idea, sumando amigos y construyendo sus casas, pero cuando estuve a las puertas del Pueblito Boyacense supe que habían sido muchas y que el sueño de Benjamín (en esencia) ya existe.
El Pueblito Boyacense se encuentra localizado en la ciudad de Duitama (Boyacá, Colombia) y en términos prácticos es un sistema de viviendas, un fraccionamiento a puertas abiertas, que sirve de morada a músicos, poetas, artesanos, escritores, pintores y amantes de las artes. Desde 1992 el compositor y periodista, José Ricardo Bautista Pamplona, soñó con esta estructura habitacional y no fue hasta 1996, como director del Instituto de Cultura y Turismo cuando se dio inicio al proyecto.
Son siete cuadras las que organizan a las más de 100 casas. Cada una de estas manzanas evoca la arquitectura de siete pueblos de Boyacá: Villa de Leyva, Tibasosa, Tenza, El Cocuy, Sáchica, Monguí y Ráquira.
Alrededor de este proyecto hubo mucho escepticismo, ¿cuántos no lo habrán concebido como un capricho de artistas? Sin embargo, el Pueblito Boyacense cuenta con hoteles, restaurantes, tiendas de artesanías y galerías que no sólo mueven parte de la economía de la región, sino también impulsan la actividad artística y cultural.
Me tocó ver caer la lluvia sobre el Pueblito Boyacense. Lo que no puede ver caer fue la noche. Tuve que conformarme con mi imaginación (que no es poca) y concebir los arpegios de guitarras y el aroma del viento de sus callecitas nocturnas. Salí del Pueblito Boyacense sumamente conmovida al recordar el sueño de Benjamín, quien ya lo había divisado mucho antes de que yo creyera que estaba en un lugar como aquel: había palpado lo que por mucho tiempo sólo existió en la cabeza de un bohemio.